Quidditch deporte de moda. Este fin de semana se jugará la primera Copa de España de quidditch.

04.02.2016 15:54
Andrea de Alfonso se lió la manta a la cabeza hace cuatro años. Su sueño de siempre era trabajar en el cine o la televisión, así que compró un billete de ida y se plantó en Nueva York para forzar la suerte. Su empeño tuvo éxito y ahora mismo trabaja en la MLB (las grandes ligas de béisbol). No es su única alegría. Ni su única pasión. En 2012 acudió a la convención de cómics de la ciudad (el Comic Con) y allí se topó con unos chicos enfrentados en un extraño deporte. Llevaban un palo entre las piernas y se lanzaban unos balones a toda pastilla. No tardó en averiguar que aquello era un partido de exhibición de quidditch, el juego que practica Harry Potter en Hogwarts. 
 
 

 
«Yo no era ultrafan de Harry Potter. Había leído los libros y visto las películas. Pero poco más. Me pareció superdivertido, caótico y friki, pero también físico, intenso y con mucha estrategia», recuerda esta madrileña convertida ya en una experta en este deporte para aprendices de mago. Poco tiempo después ya estaba subida a una escoba. Lo hizo en Central Park y le enamoró. Encontró más razones para practicarlo. «Para hacer amigos, pues en Nueva York la gente es muy distante, y ejercicio, para bajar de peso, que con la comida de aquí...».
 
En el verano de 2013 volvió a exhibir su carácter atrevido y regresó a Central Park, pero esta vez para participar, junto a otros cuarenta novatos y veteranos, en las pruebas de acceso de los New York Badassiliks. Logró una plaza para el equipo B. Primero como cazadora (chaser) y luego, poco antes de alcanzar el primer equipo, en octubre, como golpeadora (beater).
 
El quidditch enfrenta a dos equipos de siete jugadores. Una regla de género impide alinear más de cuatro hombres o mujeres. Juegan dos golpeadores, tres cazadores, un guardián y un buscador. Los atacantes tienen que intentar colar el ‘quaffle’ (una pelota de voleibol algo deshinchada) por uno de los tres aros, mientras los defensores tratan de paralizarlos golpeándoles con los ‘bludgers’. Si lo hacen, el jugador debe dejar la escoba (un tubo de PVC de 80 a 122 centímetros), ir a tocar un aro y regresar. Cada ‘canasta’ suma diez puntos. Pero, ojo, en un momento dado del partido entra el ‘snitch runner’, que lleva prendida de la cintura una bolsa con una bola que equivale a la esfera alada que perseguía el mago de la cicatriz en la frente. El primer buscador que logre arrebatársela dará 30 puntos a su formación.
 
 
Andy se encontró con un deporte bastante desarrollado en Estados Unidos. Se lo inventaron los estudiantes del Middlabury College, en Vermont, en 2005. A España no llegó hasta la siguiente década. «Su origen está en Madrid, en 2012, cuando se formó el equipo de los Lynx, que lleva ya tres refundaciones», aclara Yeray Espinosa, un jugador de los Bizkaia Boggarts, de Barakaldo, que anda estos días excitado por la inminente disputa, el próximo fin de semana, de la primera Copa de España. De este torneo en Rivas Vaciamadrid saldrá el equipo que disputará el Europeo, en abril, en Italia. Hay ocho aspirantes, equipos de Madrid, Vizcaya, Álava, La Coruña, Málaga, Pontevedra y Santiago de Compostela.
 
La fantasía de JK Rowling ingenió este deporte, pero Harry Potter ha acabado siendo su peor rival. Y no por su habilidad para cazar la snitch. «En cierto modo, el quidditch es conocido por Harry Potter, pero también es un obstáculo porque la gente piensa que no es algo serio sino muy friki. Y a mucha gente la da vergüenza y no se apunta por eso. Cuando, en realidad, es un deporte de contacto más cerca del rubgy de lo que nadie se piensa». Atrás quedaron los tiempos de capas y escobas de verdad, cuando la parafernalia y los guiños a las novelas eran más importantes que la estrategia.
 
Deporte en expansión
 
Más deporte, menos juego. El reglamento del quidditch se ha ido modificando constantemente durante sus once años de historia. Van por la novena versión y cada vez se parece más a un deporte y menos a un juego por su exigencia física, con choques y placajes.
 
300 jugadores. Hay cerca de 300 jugadores y quince equipos afiliados a la Asociación de Quidditch de España (AQE) desde Barcelona, Barakaldo, Jerez, Coruña, Vitoria, Zaragoza, Madrid, Málaga, Tarragona, Pontevedra y Granada. Y otros equipos no oficiales en Valencia, Cieza, Salamanca...
 
Andy no estará en Rivas ni en Italia, pero trabaja duro para entrar en la selección española que jugará el Mundial los días 23 y 24 de julio en Frankfurt. Por eso no duda en subirse un jueves a una furgoneta con sus compañeros y viajar durante 14 horas para llegar a lugares como Myrtle Beach, en Carolina del Sur, disputar unos partidos el sábado y el domingo, y por la tarde emprender el camino de vuelta, llegar de madrugada, darse una ducha y rumbo al trabajo. «Es duro y suena a locura que viajes unas 30 horas en un fin de semana para jugar al quidditch, pero merece la pena porque conoces a mucha gente. Es una de las mejores cosas del quidditch: la gente. Hay una camaradería increíble».
 
Eso debe ser, cosa de brujas, porque desde que fundó un nuevo equipo con otros colegas, el Tri-State Lightning Quidditch Club, se tira hora y media de ida y otro tanto de vuelta para cruzar a New Jersey y entrenar en un precioso campo a orillas del río Hudson. Y no van volando.